EL OLIVO EN CHUCENA
Ayuntamiento de Chucena
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El acebuche, llegado del lejano Oriente, proliferó siempre en nuestros bosques y dehesas por entre lentiscos y alcornoques. Árbol ligado a la cultura mediterránea (3.000-4.000 años a.d.C.), encontramos referencias en la Biblia, en el Corán, en la poesía de Egipto y en los textos de la antigua Grecia. Los fenicios (1.100 a.d.C.) lo introducen, por Cádiz, en la Península Ibérica, siendo España actualmente la mayor potencia mundial en la producción oleícola, produciendo más de la mitad del aceite de oliva del mundo. Los jesuitas, a través de sus misiones, fomentaron su cultivo en América.
En Chucena, aún siendo tierra secularmente de vinos, el olivar sienta sus reales ocupando un lugar preferente entre sus ricos y variados cultivos. Su pardo verdor, contrastan con los alegres colores de viñedos y cereales, otorgando al paisaje una paleta cromática de animosa fecundidad. Con el otoño llega el momento de la recolección de la aceituna, que suele hacerse “a mano”, sobre todo la de mesa y “a vareo” para la de molino:
La aceituna de mesa, centrada en la variedad “manzanilla”, es un capítulo muy importante para la economía local. En la campaña del pasado año se pudo recoger entre los particulares 1.200.000 kgs, mientras que los socios de la Cooperativa local que les sirve de intermediaria, entregaban en sus instalaciones 1.000.000 de kg más. A esta cifra habría que sumar las cosechas de los Hacendados de Alcalá de la Alameda y de Genís que podrían, cada uno de ellas, igualar el cómputo de kilos recogidos entre socios y particulares. Para esta campaña de 2020 se espera un importante incremento, que sumando los tres orígenes, rondaría entre los 8 y 9.000.000 de kgs y que podría incluso ir a más si llegan las ansiadas lluvias.
Entre las aceitunas recogidas “a vareo” para molino están las variedades: “verdial”, parecida a la “manzanilla” algo más rugosa y muy estimada por su rendimiento. La “zorzaleña”, más pequeña, alargada y picuda, que da un aceite de excelente calidad, cada vez se encuentra menos por el excesivo trabajo que tiene este tipo de olivo, lo mismo ocurre con la “razapalla”. También está la “cordobí” con forma de manzanita y hueso más grande. La “picuda”, conocida como “picopájaro” y la aceituna “cañivana” que aún pueden encontrarse en los olivares más antiguos. En los últimos años, en la Hacienda de Alcalá se han plantado garrotes de “arbequina”, que se moltura y envasa aparte. Por último, estaría la “acebuchina”, muy menuda, procedente del olivo silvestre.
El empuje de los nuevos tiempos concentró toda la actividad aceitunera de Chucena en la Cooperativa del aceite “San Isidro Labrador” (fundada en 1963 y que cuenta actualmente con 300 socios) dotada de maquinaria capaz de asumir la producción local y que ha suplido aquellas viejas y contadas almazaras locales. En el recuerdo de los mayores quedan algunas ya desparecidas como el Molino “de Emilio”, de “El Niño Chico”, de Alfonso Daza, y los de las Haciendas de Torralba, Alcalá de la Alameda, Genís y el llamado de Alcalá-Genís, de los que hoy sólo restan algunas torres de contrapeso y grandes tinajas usadas como elemento decorativo.
En la pasada campaña 2019, se molturaron unos 450.000 kg de aceitunas, realizando un “coupage” de las distintas variedades, del que se extrajeron 85.000 kgs de aceite con una acidez de 0,30. Para la campaña 2020 se espera aumente unos 50.000 kgs más de aceitunas con el incremento correspondiente en aceite de oliva virgen extra, que producido bajo la marca “El Molino de Chucena” es el resultado de un cuidadoso proceso de selección y elaboración en el que se ha ganado merecida fama por su calidad.
Siguiendo el dicho “Para aceite virgen extra, del olivo a la prensa y de la prensa a la despensa” este néctar se ofrece al público en garrafas de 5 y 2 litros, en botellas de cristal de 500 ml, en aceiteras de 250 ml, o en los bien presentados estuches de 3 botellas de 500 ml, o de 2 botellas de 500 ml y aceitera.
Ya sea por su vino o por su aceite, Chucena bien merece una visita.